Compré Mont-Ferrán por la nostalgia. A mí me gustaba, en los ochenta, el Mont-Ferran brut, un champán económico (yo nunca lo llamo cava) y diferente a la tradición catalana del non Plus Ultra o del Juvé Camps, que tantos años dominó en todas las pastelerías catalanas. En aquella época me parecía lo mejor, pero ahora, después de haber probado tantos, no sabría qué decir. Este Mont-Ferrán es suave, creo le falta algo de vivacidad. No he sabido reencontrar el sabor perdido de antaño. Será porque me hago viejo, o porque he perdido paladar. Mi puntuación, no obstante, es de 3,5/5